martes, 19 de diciembre de 2017
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El imparable ascenso y la inevitable caída del bitcoin y el resto de criptodivisas

Bitcoins

En estas últimas semanas, el bitcoin y su vertiginosa subida es un tema que parece perseguirme cada vez que entro a echar un ojo a los interneses. En mi entorno de la vida real nadie sabe nada del tema, pero en foros, webs y redes sociales no se habla de otra cosa. Es como si no estuviésemos a punto de atravesar una semana cargada de Cataluña, Lotería, Clásico y Navidad.

El bitcoin es una moneda virtual creada en 2009 por Satoshi Nakamoto. Si te interesa la historia puedes leerla en la Wikipedia. Desde sus inicios, la moneda ha ido ganando valor poco a poco, aunque sus aplicaciones en el mundo real nunca pasaron de lo anecdótico. Y ahora ni eso, ya que muy pocas empresas se atreven a ligar sus ingresos a una moneda tan volátil que puede variar su valor en un 30 por ciento casi de un día para otro. Cuando el bitcoin alcanzó un valor de 100 dólares parecía que el ascenso ya no podía dar más de sí. Cuando llegó a 1.000 dólares parecía que la burbuja estaba a punto de estallar. Ahora roza los 20.000 dólares y no se sabe qué pasará. Hay quien dice que el valor objetivo está en un millón de dólares, argumentando que un porcentaje -sacado de la manga- de la riqueza mundial buscará refugio en las criptomonedas, y dividiendo luego ese valor entre los 21 millones de bitcoins que habrá en el mercado cuando se hayan minado todas las reservas.

Yo tengo pocas dudas de que estamos ante una burbuja de órdago, que muchos comparan a la tulipomanía del siglo XVII. Los análisis técnicos que vaticinan subidas meteóricas no me sirven de nada porque son solo un poquito más rigurosos que la astrología. Hay que entender que el precio del bitcoin depende únicamente de la oferta y la demanda, ya que no tiene un ente regulador detrás. Como ahora la demanda se ha multiplicado exponencialmente y no hay nada que le ponga freno, la cotización se dispara. Y esa subida realimenta el interés en un círculo que no quiero calificar de virtuoso.

Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras.

Burbujas históricas

Al final, solo hay dos cosas que tiran del bitcoin hacia arriba. La primera es la expectativa de que sea un cambio de paradigma y que acabe por convertirse en una moneda de uso común capaz de desplazar a las monedas fiat tradicionales. Se cree que las criptomonedas tienen unas ventajas que se impondrán a su gran desventaja, que es la falta de una garantía de valor (no, la energía gastada en el minado no vale porque no es recuperable). Esas ventajas son el anonimato y la descentralización. El anonimato tiene los días contados porque los Gobiernos acabarán legislando sobre el bitcoin, aparte de que al tratarse de algo con valor en teoría es obligatorio declararlo ante Hacienda. La descentralización que facilita la tecnología blockchain es cierta, pero requiere de un uso tan intensivo de energía eléctrica que no es sostenible. No tiene sentido que haya gigavatios de potencia eléctrica dedicados a tareas de minado que no generan valor.

Lo que no tiene sentido no suele ser sostenible a largo plazo.

La segunda fuerza que impulsa al bitcoin es el deseo universal de riqueza rápida sin esfuerzo. Es la cultura del pelotazo, del agarra el dinero y corre, que por lo visto no es tan exclusivamente ibérica como pensábamos. En este sentido hay un indicador que marca alarma roja, y es precisamente el hecho de que todo el mundo habla del bitcoin y mucha gente está metiendo ahí unos dineros a ver si suena la flauta y logran multiplicar por cien o por mil. No me refiero a ávidos inversores, sino a gente que no sabe realmente qué es una criptomoneda y cómo funciona la tecnología sobre la que está montada. Son personas que simplemente han oído que el bitcoin sube sin parar y quieren subirse al carro. Porque, claro, el bitcoin siempre sube. Y el millar de criptomonedas creadas a la sombra del éxito del bitcoin también suben siempre. Aunque algunas sean claramente fraudulentas.

Todo sube siempre, hasta que cae.

Otra señal de alarma es el dato de que el 40 por ciento de los bitcoins están en mano de alrededor de mil personas. En un mercado tan volátil y maleable, no sería extraño que un grupo de esas manos fuertes estuviesen manipulando el valor del bitcoin para elevarlo artificialmente hasta un punto de recogida de beneficios en el que huirán sin mirar hacia atrás. Y si la subida del bitcoin está siendo meteórica, la caída puede batir todos los récords conocidos porque no hay nada, insisto, nada que soporte el valor de la criptodivisa. Cuando una acción cae en la bolsa, la bajada se amortigua por el valor de la empresa (su mercado, su producto, los hierros de sus fábricas), al igual que la cotización de las divisas se sustentan en el valor de los países que las emiten, pero en el caso de bitcoin todo se basa en un castillo de naipes montado sobre expectativas. Y esto, a la hora de la verdad, tiene un valor nulo.

En la fiebre del oro solo ganaron dinero los vendedores de palas GPUs.

Tampoco me ofrecen ninguna seguridad los exchanges surgidos para facilitar el cambio de dinero real (euros, dólares) a criptodivisas. Son webs mal montadas con sistemas de verificación manuales y que se ven absolutamente desbordadas. Algunas de ellas son proyectos creados con mucha ilusión y honestidad, que incluso así son pirateadas de vez en cuando. El resto, quién sabe qué tienen detrás. Si eres uno de esos afortunados que traen bitcoins desde que valían menos que una pizza, más te vale guardar a muy buen recaudo tus monedas digitales y, sobre todo, cuidar mucho esos stop-loss. Lo malo es que estos dos deseos no son compatibles.

Dicho todo esto, parece claro que no me fío nada de esta oportunidad única de subirse al tren de la riqueza instantánea. La única operativa que me parecería razonable es esperar al megacrack, seleccionar un puñado de criptomonedas que destaquen por su tecnología y la seriedad del proyecto, y comprar entonces a una milésima de su pico con la esperanza de que sean realmente un cambio de paradigma. Pero esto no deja de ser una vaga esperanza de que la burbuja del bitcoin sea una repetición de la burbuja de las .com. Esas primeras empresas hipervaloradas cayeron, pero internet era realmente el futuro.

Al invertir, haz lo contrario a la mayoría.

Fases de una burbuja y adaptación

Tema aparte es el minado, pero aún no lo he estudiado lo suficiente como para saber hasta qué punto es rentable y, sobre todo, sostenible. Hay gente comprando tarjetas gráficas de última generación (como estas) no para jugar, sino para dedicar las GPUs al minado de criptomonedas, que no es otra cosa que la verificación de transacciones a cambio de una comisión. Se pueden montar equipos a medida con tarjetas ASIC diseñadas especialmente para el minado. Hay incluso granjas de minado en países de bajo coste, con cientos o miles de equipos dedicados a este menester. Hay quien dice que es una fuente de ingresos pasivos con un ROI de pocas semanas, pero quizá estemos ante otro caso de vendedores de palas.

Termino este post con una petición: Si alguien sabe del tema o tiene experiencia en minado, que me oriente hacia un punto de partida.
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4 comentarios EN BLOGGER
  1. No he leído aún el post, cuando tenga un rato lo haré, estoy trabajando. Sólo es para decirte que me alegra que estés de vuelta.

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  2. Felipe!!! saludos desde Ecuador que bueno verte por aqui

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  3. En mi modesta opinión, el minado no es rentable para la gran mayoría de la gente por dos razones fundamentales: se necesitan tener muchos ordenadores encendidos para uno poder ganar unos bitcoins (es como la lotería de Navidad), los gastos de electricidad son enormes y al final (como la lotería) puede que no ganes ni un solo bitcoin, etc. El Estado español tiene la electricidad más cara de Europa. En Islandia la electricidad es barata y al parecer hay gente que tiene varios ordenadores buscando bitcoins 24/7. Fdo: CANARIO SIN JAULA

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    1. Parte de lo que comentas se soluciona entrando en un pool de minado. Sobre el precio de la electricidad, pues poco que hacer salvo cambiar de país. No por nada una grandísima parte de la potencia de minado está en China y países subdesarrollados con precios baratos.

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