sábado, 4 de agosto de 2001
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UO Capítulo 3: Acerca de la magia.

Entonces oí anunciar que se celebraría un torneo de lucha a base de magia, en la zona de duelos, accesible por la tercera baldosa. Allí me presenté dispuesto a conocer hasta qué punto podía ser poderosa esa ciencia arcana. Quedé realmente asombrado de la multitud de hechizos que vi lanzar, tanto dañinos como de curación. Y aunque mi participación se limitó a un combate, decidí que ese era el camino que debía seguir, sintiendo que si unía mis habilidades como arquero con un buen nivel como mago, podría fabricar arcos más poderosos de lo que en un principio había pensado. Pese a quedar pronto eliminado, fui recompensado con un cuchillo de luz, con el que podría cortar pieles de ogro y demonio, usadas por los sastres más habilidosos para confeccionar armaduras fuertes y ligeras.

Mas no existía en Yew tienda alguna en la que vendan los reactivos que yo necesitaba, por lo que decidí volver a la ciudad de los puentes en la que había aparecido. Los viajes a través de puertas dimensionales no me parecieron tan peligrosos esta vez y, tras varios intentos frustrados, alcancé Vesper. Allí compré pergaminos en los que se describían los ingredientes necesarios para cada hechizo, así como las palabras mágicas correspondientes. Estas palabras mágicas provenían de un lenguaje antiguo, tan antiguo que ni siquiera los magos más ancianos y expertos recuerdan su origen. Transcribí estos hechizos a mi libro de magia con gran cuidado, y compré una pequeña cantidad de reactivos. Un mago que regentaba una tienda se ofreció para enseñarme las bases de esta ciencia, a cambio de una módica cantidad. “Sólo lo más básico es explicable con palabras, a partir de ahí únicamente podrán guiarte tus experiencias”, me dijo.

Empecé a practicar inmediatamente, realizando hechizos sencillos, que consumiesen pocos reactivos. Mis capacidades eran escasas, por lo que necesitaba meditar continuamente tras realizar algún conjuro, antes de sentirme preparado para lanzar otros. Los exploradores nunca hemos destacado en la magia, sin embargo podemos alcanzar un nivel suficiente para lanzar los conjuros más básicos y útiles.

Nada como mi llama Paka.
Estaba gastando mucho oro en reactivos, por lo que decidí continuar con el negocio de virotes. También en Vesper me era fácil venderlos, el problema estaba en la ausencia de pájaros, y sin plumas de ave no se pueden confeccionar saetas de ningún tipo. Tuve entonces noticias de una ciudad situada al Oeste, de nombre Cove, en la cual tenían una verdadera plaga de pajarillos. Al día siguiente emprendí el viaje, montado en un caballo comprado a un hombre de negocios recién asentado en Vesper, que ofrecía animales de muchas especies en un puesto al lado del banco. Realicé la travesía oculto entre las sombras, observando la enorme cantidad de monstruos que poblaban los caminos y la costa, algún día me enfrentaría a tales criaturas y otras aún más poderosas, pero de momento tenía trabajo que hacer.

Cuando llegué a Cove me sorprendió la fortificación de la ciudad, rodeada de escarpadas montañas y protegida por una alta empalizada en su entrada. Había siempre un guardia vigilando, día y noche, cerca de la puerta. Supe más tarde de la existencia de un asentamiento de orcos próximo a la ciudad, por lo que no me extrañó tanta vigilancia.

Practiqué magia sin descanso, matando mientras tanto las aves que me encontraba. No me habían mentido al hablarme de su abundancia, pues por muchas que matase siempre parecía haber más. Usaba la magia para ver mejor en la oscuridad, e incluso para alimentarme, por medio de un hechizo para crear comida. Cuando tuve un nivel suficiente para ello, compré una runa, y una maga de raza borg que había conocido, de nombre Aphra Benn, me la marcó en Vesper. Así podría volver rápidamente a la ciudad que había adoptado como base.


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