martes, 1 de julio de 2014
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Pintando carteles a mano, igual que hace medio siglo

En el mundo moderno aún hay lugar para los oficios tradicionales. Incluso en la capital del ppali-ppali sobreviven artesanos que llevan a cabo su labor de la misma forma que empezaron hace varias décadas, probablemente aprendiendo la profesión de su padre, que a su vez la habría aprendido del suyo. Así se hacían las cosas antes, y así continúan algunas personas que viven en su burbuja de siempre, aislados del "lo quiero para ya" y del "que sea grande y con luces brillantes".

Bicicleta de un pintor de carteles

En una callejuela de Seúl me encontré la bicicleta de la primera foto. Es sorprendente que alguien siga desplazándose en bici, en vez de usar las omnipresentes motos kamikazes, pero no sorprende tanto al comprobar que se trata de un artesano que pinta rótulos a mano.

Coreano pintando carteles a mano

En una ciudad donde los establecimientos compiten por tener el cartel más grande y brillante, donde cualquier calle está tan iluminada de noche por los rótulos como de día por el sol, resulta extraño que aún se pueda ganar la vida una persona que pinta rótulos a mano. El resultado, sin ser perfecto, tiene un toque de calor humano que lo hace resaltar a su manera.

Tienda coreana con el cartel pintado a mano

Estas cosas solo suceden en ciertas áreas de Seúl que viven en su propia economía, zonas habitadas por gente con pocos recursos que no se puede permitir los lujos que ofrece la ciudad. Personas capaces de pasar todo el día con los mismos 5.000 won que otros muchos se gastan en un café solo para demostrar que siguen la moda del momento.

Uno de estos núcleos de economía de supervivencia está en pleno centro de Seúl, entre Jongno, Euljiro y Dongdaemun. Es una zona de edificios destartalados cuyas habitaciones se alquilan a ancianos sin recursos, muchos de los cuales sobreviven recogiendo cartones o en trabajillos similares. Se reúnen en el parque Tapgol o en Jongmyo, compran y venden baratijas en las calles alrededor del mercado Pungmul, y tienen sus propios establecimientos donde por 2.000 won se pueden cortar el pelo o comer un plato de kalguksu. Y la entrada de muchos de esos establecimientos tiene un rótulo pintado a mano. Igual que hace 50 años.
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5 comentarios EN BLOGGER
  1. Es increíble como una profesión tan antigua y que para mi es un arte, se vea en tal decadencia con el paso de los años y el avance tecnológico.

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  2. A pesar de la tecnología, la publicidad hecha a mano siempre va a ser mejor. mucho mas bella. Excelente post.

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  3. que interesante , en un pais con tanta tecnologia y modernidad se siga utilizando carteles pintados a mano

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  4. ¡Qué interesante! En ocasiones no queda más remedio que escaparte al mundo rural para ver esta manera tradicional de hacer las cosas. ¡Muy buen ojo, Felipe!

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  5. Es mas economico que un cartel de luces y ademas se ayudan entre si,parece ser una tienda de segunda mano, seguramente de los que van con las furgonetas comprando articulos que quieres tirar. No creo que ganen para un cartel despampanante y los clientes que deben ir a estos lugares poco les debe importar el cartel a parte de la información que da.
    Y el pobre hombre que se dedica a pintarlo debe ganar el dinerillo justo para pasar el dia

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