martes, 12 de julio de 2016
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Anécdotas de una fábrica de Irlanda: líos de faldas (y pantalones)

Estos días han llegado a mis oído bastantes historias curiosas sobre amoríos y relaciones complicadas en Corea del Sur, algunas de las cuales formarán parte de una futura entrega de Cotilleos Coreanos™. Esto también me ha hecho recordar varias historias de líos de faldas de mis años en Irlanda, por lo que he decidido plasmarlas en un post que se une a la serie de anécdotas fabriles y macabras que voy desarrollando de vez en cuando.

A ver por dónde empiezo hoy...

Piernacas masculinas
No, esta foto no la explicaré ni hoy ni nunca. Estoy amenazado.

En una época anterior a la mía uno de los españoles desplazados se llevó a su mujer, que también trabajaba en la fábrica. Años después aún se comentaban los vestidos provocativos que se gastaba la muchacha, que se acabó liando con uno de los jefes irlandeses dejando tirado al español. El lío fue tan grande que la propiedad de la empresa incluso llamó a consultas al abandonado para recibir información de primera mano y decidir si había que tomar medidas por lo sucedido. Medidas como despedir a alguien o dejar una cabeza de caballo en alguna cama o algo. La sangre no llegó al río, y años después tuve la oportunidad de conocer y trabajar con el jefe irlandés. En aquel entonces ya no estaba con esta chica española, que había dejado la empresa por voluntad propia, sino con una dicharachera pueblerina a la que sacaba más de veinte años.

Los escarceos amorosos de este primer artista comenzaron por culpa de un mecánico veterano y rebelde que trabajaba en el taller, que cuando ambos eran jóvenes le robó a la mujer. Cuando me contaron esta historia, el irlandés que me la explicó se reía a carcajadas diciendo que el mecánico era el tío más tonto que conocía, porque por lo visto la mujer irlandesa era un bloque cuadrado. "She's like a walking fridge", me decía.

En mi etapa final entró en la fábrica un español emigrado a Irlanda que, curiosidades de la vida, resultó ser pareja de la muchacha española. Tenian incluso hipoteca compartida, pero creo que tomaron caminos separados poco después de mi regreso. El mundo es pequeño e Irlanda es más pequeña aún.

También recuerdo a una chica irlandesa guapa y simpática que estaba casada con un irlandés más feo y tosco que un jabalí sin duchar. Ella trabajaba en la oficina de la fábrica y él era un músico sin oficio ni beneficio que básicamente se bebía el sueldo de ella. La explicación a una pareja tan desigual me la contaron después. Por lo visto, la muchacha se emborrachó solo una vez pero la cogorza fue tan tremenda que el bebé en común hizo inevitable el matrimonio.

Comentando el gran número de parejas surgidas de borracheras con consecuencias a plazo de nueve meses, un irlandés muy dicharachero me explicaba que "esto es un pueblo pequeño y en la televisión nunca hay nada entretenido, algo hay que hacer para pasar el rato". Qué analista social tan cachondo y certero.

Fruto también de una noche de alcohol surgió uno de los romances que más dieron que hablar en la fábrica. Un mecánico joven y bien puesto se lió con la encargada de prevención de riesgos laborales. La noticia corrió como la pólvora. A partir de esa noche, cada vez que la chiquilla salía a dar una vuelta por la planta la gente le comentaba cosas como "siempre hay que llevar una protección adecuada", "no te olvides nunca de la prevención" o "cuidado, que los accidentes pueden ocurrir en el momento más insospechado". Llegó un momento en que no se atrevía a salir de la oficina sola.

No solo los irlandeses sucumben a la carne bajo la influencia del alcohol. Un español que viajaba a la fábrica todos los veranos como parte de una subcontrata, en uno de los viajes se lió con la única operaria irlandesa de la fábrica, que era más bruta que muchos de sus compañeros. El encuentro dejó secuelas en el español, que cada verano a partir de entonces soportaba no pocas burlas de los que conocían -conocíamos- la historia. Pero dejó más secuelas aún en la irlandesa, que poco después anunció que era lesbiana.

Para poner punto y final cambiamos de protagonistas poniendo el foco en el gran artista número dos.

En la fábrica trabajaba un hombre ya mayor, de aspecto demacrado, famoso por su postura delante del ordenador, que no permitía saber si estaba concentrado o durmiendo la siesta. Muchas veces era lo segundo, porque se pasaba las noches trabajando en el pub que regentaba en el pueblo. El caso es que este buen hombre tenía dos casas, en las que dormía de forma alternativa, y en cada casa habitaba una esposa. Por lo visto su primera esposa no le dio hijos, por lo que se buscó otra sin abandonar a la primera. Durante una época vivieron todos juntos pero llegó un momento en que decidió que era mejor separarlas. Lo sorprendente es que las dos mujeren se llevaban relativamente bien. En ocasiones veía al hombre en el pub con una o con otra, y recuerdo una noche en que trabajaba con una en la barra y dejó su puesto unos minutos para echar un baile con la otra cuando la vio entrar.

Este hombre era un artista al que guardo un gran respeto por su papel en la fábrica, y digo era porque el año pasado supe de su muerte. Pese a la distancia que nos separaba en todos los sentidos, la noticia me apenó mucho.
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3 comentarios EN BLOGGER
  1. Lol. Cuántas anécdotas da la fábrica de ese pueblo! Y las que quedarán por contar... Por cierto, era una fábrica de anécdotas? (perdón por el chiste malo xDDD)

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  2. Me ha encantado leer esta ráfaga de anécdotas, sin duda la última la más curiosa. Gracias por compartir!

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