sábado, 20 de febrero de 2021
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Anécdotas de una fábrica de Irlanda: el superborracho

Psicodelia

Ha pasado mucho tiempo desde el anterior capítulo de la serie de anécdotas irlandesas, y mucho más desde que acontecieron. Es precisamente el paso de tanto tiempo lo que me da libertad para terminar de contar las historias. Hoy rescataré la figura del superborracho. Como siempre, todo lo relatado aquí está basado en hechos reales y cualquier parecido con la ficción es pura coincidencia.

Nuestro personaje de hoy era un trabajador de la fábrica, viva muestra de que en aquellos en Irlanda el trabajo abundaba y había que hacer un gran esfuerzo para estar en el paro. Cualquiera podía conseguir un empleo, aun siendo un completo inútil o un alcóholico empedernido, o ambas cosas, y hoy traigo la muestra.

1. El olor. Nuestro amigo llevaba al extremo aquello de "yo no bebo agua" y no se acercaba ningún líquido no alcóholico ni de casualidad. A juzgar por el olor que desprendía, esto debía incluir grifos, duchas, ríos y lagos. Creo que tanto él como su ropa solo se lavaban cuando le pillaba un chaparrón a la intemperie. La ventaja de esto es que se le notaba llegar ya desde lejos. Al igual que en Star Wars, digamos que al aproximarse provocaba una perturbación en la fuerza.

2. 22 pintas gratis. En el post sobre qué es una pinta contaba que conocía a una persona que un día se bebió 22 pintas de cerveza (12,5 litros). Esa persona es esta persona. La hazaña tuvo lugar cuando ganó un concurso en un pub local, consiguiendo 20 pintas gratis. Como le debía aparecer poco, añadió dos de su bolsillo. Es difícil comprender lo que es beber esta cantidad de cerveza. Propongo la siguiente prueba: intenta beber 12,5 litros de agua en una tarde. Si sobrevives, cuenta tu experiencia en un comentario.

3. Coca-cola enriquecida. El chaval solía llevarse una botella de Coca-cola al trabajo. La botella mostraba claramente que no era nueva, y su contenido brillaba al trasluz con un bonito color ámbar. Al igual que la recepcionista con su petaca de ginebra oculta entre la ropa, nuestro amigo combatía a base de tragos el descenso del nivel de alcohol en sangre. El objetivo era regresar a casa tan intoxicado como al salir, y lo conseguía una y otra vez.

4. Shut the fuck up. Para que los operadores se esforzasen un poco más por disminuir los tiempos de parada, instalamos una sirena de 110 dB en el techo de la nave, lejos de su alcance para que no la pudieran atenuar con trapos como en otros sitios. El sonido no era doloroso pero sí molesto, para incentivar a resolver los problemas. Los lunes por la mañana, arrancando la línea, las alarmas hacían que la sirena cantase más de lo habitual hasta que la producción se estabilizaba. Uno de esos lunes, cuando llegué a echar una mano con la arrancada, me encontré al personaje parado ante el pupitre de mando, con la mirada fija en la sirena, y dando gritos de "shut the fuck up" y "I'll kill ya", que significa algo así como "por favor, querido dispositivo, desista de emitir más sonidos".

5. Pausa. Lo de quedarse parado debía ser algo habitual. Y es que, a veces, nos asaltan dudas existenciales inaplazables. En una ocasión, un domingo por la mañana, salí con un compañero en coche a comprar algo a un pueblo cercano. Al cruzar el pueblo nos encontramos al muchacho parado en mitad de la calle con la mirada perdida en el infinito. Cuando regresamos, una hora más tarde, seguía en la misma posición, como una estatua humana a la espera de una propina que nunca llegaría.

6. Peleas. No hay borracho que se precie de serlo que no se meta en peleas de vez en cuando. El personaje de hoy estuvo una vez de baja durante una semana por heridas sufridas durante una pelea. Por lo visto, un amigo estaba recibiendo una paliza y él fue a defenderlo. Más tarde, otro trabajador de la fábrica que había visto el incidente nos confesó que, efectivamente, fue a socorrer a su amigo, pero que nunca llegó a él, ya que en el tramo de 20 metros entre la puerta del pub y el lugar de la paliza tropezó con una farola, lesionándose al caer de espaldas.

Releo lo escrito y me doy cuenta de que estos seis sucesos aislados no alcanzan a describir al personaje en todo su esplendor. En casi cualquier otro país del mundo avanzado, esta persona estaría en una clínica de desintoxicación. En el pueblecito de Irlanda, sin embargo, era considerado un vecino más, con un empleo decente y, eso sí, un ligero problema con la bebida.

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